domingo, 27 de marzo de 2016

Creadores de monstruos: El imbunche


El imbunche o invuche es una criatura humana y deforme que forma parte del folkore chileno, específicamente de la isla de Chiloé. Este personaje es muy importante dentro de la sociedad de Chiloé pues se cree que él es capaz de invocar tragedias y provocar el mal.
Un imbunche está bajo el cuidado de los magos, que es un grupo social muy político que junta las creencias católicas con las creencias nativas de la isla. [1] Este grupo, los que siguen “la brujería”, tienen (¿o tuvieron?) gran influencia en la comunidad isleña, al grado de haber demandas civiles en la isla porque alguien embrujó a otro, causándole mala suerte.

Hay por ahí comics que hacen referencia a esta criatura, aunque me sorprende que no sean muchos.

Estos hombres roban,- y en algunas veces, compran- a un bebé antes de los 9 días de nacido y lo van deformando poco a poco. Si estaba bautizado, le “raspan” el bautismo, es decir, le raspan la piel de la frente.

Lo llevan a vivir a una cueva, de la que jamás saldrá a menos que los brujos quieran hacerle daño a alguien o si su cueva está en peligro de ser descubierta. La misión del imbunche será proteger la entrada a la cueva y alejar a cualquiera que se acerque.
 Ahí, el deformador, brujo dedicado a la tarea de convertir al niño en invunche, le truenan los huesos de la pierna derecha de forma que esa extremidad se mantenga pegada a la espalda. También le truenan los hombros y los dedos, para que pierda toda capacidad motriz. También le cortan la lengua en dos, como serpiente, y le ponen un ungüento en la espalda para convertirlo en un ser super peludito.

Este ser deforme sólo come carne humana, generalmente sacada de algún cementerio,y sólo un brujo puede ofrecérsela. Como no es capaz de hablar, sólo sabe balar como chivo, y pesar de esto, a veces da consejo a los brujos. Sólo puede caminar en tres extremidades, y le cuesta mucho hacerlo. Por lo mismo, está jorobado. Por lo mismo, viven poco. Cuando llega a cierta edad, los brujos lo matan y reparten su carne para ser comida entre ellos. Igual que su cuerpo, su grasa y sus huesos son repartidos entre los brujos para ser utilizados en otros rituales.

Está tan feo que no puede caminar.

Este ser me llamó mucho la atención porque está tan enraizado en la cultura Chiloé que, a pesar de ser folklore y mitología, puede que haya existido. Me consta que la gente llega a muchos extremos por seguir a su religión, incluso con ritos como este. Y tomando en cuenta la crueldad humana, no me cabe duda que haya habido algún grupo que, convencido de que la brujería es real, haya torturado así a un niño para conseguir poder.
Me desconcierta, porque pudo haber existido.

Fuentes:






[1] A las religiones que surgen de la mezcla de dos religiones se les llaman “sincréticas”. Estas son las más interesantes y las que más me gustan: como el vudismo, la santería, los yoruba y los rastafaris. Si piden que hable de éstas, lo haré con muchísimo gusto. Sobre todo de la santería porque acabo de aprender mucho de su mitología y está poca madre.

domingo, 13 de diciembre de 2015

Jeremy Bentham, el cadáver que todo lo ve




Jeremy Bentham fue un filósofo inglés del s. XVIII, famoso por sus teorías sobre el utilitarismo. Decía que si lo que haces no es útil, mejor no hubieras hecho nada. Todo lo que se hiciera es porque debe de ser útil de alguna forma. Habló de cómo las leyes afectan a las personas y decía que el hecho de tener leyes hace que la libertad del ser humano se violente. Hablaba también del liberalismo y el positivismo legal.
 
Sí tiene mala cara. Como de rarito.
Inventó la idea del “panóptico”, y si van al Archivo General de la Nación, en la Ciudad de México, podrán ver cómo se aplicó esta idea, adaptada al Palacio Negro de Lecumberri. Se trata de una institución carcelaria donde bastara tan sólo un guardia que lo pueda vigilar todo. Esto se lograba a través de la construcción de una torreta dentro de un edificio circular. Por eso, un solo guardia podría ver lo que pasa desde arriba de la torre, que le daba perspectiva a todo lo que sucedía en la cárcel. 
 
El cadáver momificado de Bentham, sentadito viendo a la gente pasar.
Y bueno, Jeremy Bentham, como inventor del utilitarismo, se tomó muy en serio la forma en que iba a ser tratado su cuerpo al morir, y lo dejó todo en su testamento. Por eso, cuando murió a los 84 años, en 1832, su cuerpo fue públicamente diseccionado por un amigo y fue convertido en un “auto ícono”. Es decir, tomaron su cuerpo y lo embalsamaron y disecaron, le pusieron su ropa y guantes, y le hicieron una máscara lo más parecida a la cara que tuvo cuando estuvo vivo. Su cadáver se convirtió en su propia estatua. Por unos años su cuerpo estuvo en manos de uno de sus discípulos, pero en 1850 pasó a manos de la University College of London. Ahora es el símbolo de la institución, y el auto-icon de Jeremy Bentham está sentado en una caja de cristal en los pasillos de la universidad, viendo a los estudiantes. Eso sí, su cabeza fue momificada aparte, y descansa a los pies de su cadáver momificado.
 
La cabeza de Bentham.
Y a partir de las ideas de Bentham, y teniendo el cadáver a la mano, la Universidad hizo un proyecto muy interesante: le pusieron una cámara dentro para que desde la perspectiva del auto-icon, tome una foto cada hora y la suba a una cuenta de twitter. Y es ahí donde se pone interesante la cosa, porque la han usado para manifestarse a favor y en contra de varias de las cosas que han pasado en el mundo. Dejó de ser un lugar donde eres vigilado para ser una plataforma donde se pueden llevar ideas a todos lados.

Hemos pasado de ser vistos a ser escuchados.

Fuente: https://twitter.com/panoptistream
 


lunes, 16 de noviembre de 2015

Los embajadores aborígenes de Australia, la historia de Bennelong



Hay un podcast de historia de Australia que me gustó mucho. Se llama “Rum, rebels and ratbags”, y lo súper recomiendo. En ese podcast cuentan una historia que me encantó. 

Se trata de Bennelong, el primer embajador aborigen de Australia, quien iba a representar los intereses del grupo étnico Eora ante los ingleses. Y la forma en la que llegó a serlo fue increíble.

Los ingleses ya habían viajado a Australia (en ese entonces llamado New South Wales), y habían tenido algunos encuentros bastante negativos con los aborígenes. Los describieron como “las personas más miserables de la tierra”, e intentaron mantener su distancia. El Capitán Cook fue quien tuvo el primer encuentro con los aborígenes, el cual terminó en una balacera en Botany Bay.

 
Bennelong viéndose guapo con su traje azul.
Pero en Australia vivían –viven- muchos grupos étnicos muy variados, por eso, cuando los ingleses se encontraron con los Eora, estos últimos no supieron qué sucedía, aún. No sabían si eran fantasmas blancos, o si realmente eran humanos, y no sabían si eran hombres o mujeres. Por eso, cuando se encontraron, tuvieron que volar algunos pantalones para demostrar que no eran mujeres, a pesar de que no tenían barba.[1]

El Rey George III de Inglaterra quiso tener una relación bonita con los aborígenes australianos, en este afán humanístico de hacer un mundo feliz, y le encargó el trabajo a Arthur Phillip, el primer gobernador de New South Wales. Por eso decidieron que necesitaban un embajador aborigen, que fuera el vínculo entre Inglaterra y los grupos Australianos para hacer tratados e intercambios culturales. Entonces, como los australianos no tenían ningún embajador propuesto, los ingleses buscaron un voluntario. Entonces, un tal George Johnson se subió a un bote, y buscó al primer aborigen que vio y le enseñó un espejo. Mientras él se veía por primera vez, Johnson le pegó en la cabeza, lo metió a un saco, y lo llevó a casa de Phillip.

Pero no fue tan fácil con éste aborigen, porque se negó a dar su nombre. Arthur Phillip lo llamó “Manly”, porque era muy varonil y enojón. Al final, empieza a hablar, y poco después de haber dicho su nombre, Arabanoo, se muere de viruela. Y los aborígenes se quedaron otra vez sin embajador.

Entonces, como Philip tenía poca imaginación, volvió a intentar secuestrar a su nuevo embajador, y esta vez, en lugar de usar espejitos, usó pescados. Y para que no le fallara, secuestró a dos aborígenes. No vaya a ser. Uno se llamaba Colbee, y renunció a su puesto, no sin antes agradecer el pescado. El otro secuestrado aceptó, y se convirtió en el embajador Bennelong. 
 
El afro de Bennelong.

Bennelong era súper comelón, y le encantaba la buena vida. Se comía lo de una semana en un día, y tenía muy buen humor. Vivió con los europeos durante seis meses, haciendo burla a la forma en la que se comportaban. Decían que el amor y la guerra eran sus dos pasiones, y siempre fallaba en las dos. Se la pasaba secuestrando chavitas y peleándose con sus familias por eso, y se lastimaba seguido. Estaba casado con Barangaroo, que también le gustaba vivir bien.

Bennelong vivió mucho tiempo metido en la política australiana, y aprovechó todas las oportunidades para convertir las cosas a su beneficio. Incluso lo llevaron a conocer Londres. Vivió muy bien, tomando lo que mejor le acomodaba de las dos culturas, y de la europea, de lo que más disfrutó fue del ron, y se cree que murió por borrachito. Tiene un lugar en su nombre en Sidney, justo en donde está la famosa ópera.


[1] Yo también habría dudado.