Hay
un podcast de historia de Australia que me gustó mucho. Se llama “Rum, rebels and ratbags”, y lo súper recomiendo. En ese podcast cuentan una historia que me
encantó.
Se
trata de Bennelong, el primer embajador aborigen de Australia, quien iba a
representar los intereses del grupo étnico Eora ante los ingleses. Y la forma
en la que llegó a serlo fue increíble.
Los
ingleses ya habían viajado a Australia (en ese entonces llamado New South Wales), y habían tenido algunos encuentros
bastante negativos con los aborígenes. Los describieron como “las personas más
miserables de la tierra”, e intentaron mantener su distancia. El Capitán Cook
fue quien tuvo el primer encuentro con los aborígenes, el cual terminó en una
balacera en Botany Bay.
Pero en
Australia vivían –viven- muchos grupos étnicos muy variados, por eso, cuando
los ingleses se encontraron con los Eora, estos últimos no supieron qué sucedía,
aún. No sabían si eran fantasmas blancos, o si realmente eran humanos, y no
sabían si eran hombres o mujeres. Por eso, cuando se encontraron, tuvieron que
volar algunos pantalones para demostrar que no eran mujeres, a pesar de que no
tenían barba.[1]
El Rey
George III de Inglaterra quiso tener una relación bonita con los aborígenes
australianos, en este afán humanístico de hacer un mundo feliz, y le encargó el
trabajo a Arthur Phillip, el primer gobernador de New South Wales. Por eso decidieron que necesitaban un
embajador aborigen, que fuera el vínculo entre Inglaterra y los grupos
Australianos para hacer tratados e intercambios culturales. Entonces, como los
australianos no tenían ningún embajador propuesto, los ingleses buscaron un
voluntario. Entonces, un tal George Johnson se subió a un bote, y buscó al primer
aborigen que vio y le enseñó un espejo. Mientras él se veía por primera vez,
Johnson le pegó en la cabeza, lo metió a un saco, y lo llevó a casa de Phillip.
Pero
no fue tan fácil con éste aborigen, porque se negó a dar su nombre. Arthur
Phillip lo llamó “Manly”, porque era muy varonil y enojón. Al final, empieza a
hablar, y poco después de haber dicho su nombre, Arabanoo, se muere de viruela.
Y los aborígenes se quedaron otra vez sin embajador.
Entonces,
como Philip tenía poca imaginación, volvió a intentar secuestrar a su nuevo
embajador, y esta vez, en lugar de usar espejitos, usó pescados. Y para que no
le fallara, secuestró a dos aborígenes. No vaya a ser. Uno se llamaba Colbee, y
renunció a su puesto, no sin antes agradecer el pescado. El otro secuestrado
aceptó, y se convirtió en el embajador Bennelong.
Bennelong
era súper comelón, y le encantaba la buena vida. Se comía lo de una semana en
un día, y tenía muy buen humor. Vivió con los europeos durante seis meses,
haciendo burla a la forma en la que se comportaban. Decían que el amor y la
guerra eran sus dos pasiones, y siempre fallaba en las dos. Se la pasaba
secuestrando chavitas y peleándose con sus familias por eso, y se lastimaba
seguido. Estaba casado con Barangaroo, que también le gustaba vivir bien.
Bennelong
vivió mucho tiempo metido en la política australiana, y aprovechó todas las
oportunidades para convertir las cosas a su beneficio. Incluso lo llevaron a conocer Londres. Vivió muy bien, tomando
lo que mejor le acomodaba de las dos culturas, y de la europea, de lo que más
disfrutó fue del ron, y se cree que murió por borrachito. Tiene un lugar en su nombre en Sidney, justo en donde está la famosa ópera.
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